Paseando entre ideas



Pasear –respondí yo– me es imprescindible, para animarme
 y  para mantener el contacto con el mundo vivo.
Robert Walser, El Paseo

Árbol, 2015. Acrílico s/ papel
Cuando paseas entre la literatura sobre creatividad descubres tácticas para mantener tu mente en forma, cosa que considero interesante. Siendo crítica, como soy, me gusta hacer conexiones entre la literatura más dispar y la filosofía pues considero, casi tautológicamente, que en el principio todo se puede reducir a un pensamiento formal, bien razonado y a una tradición que vigiló siempre por el cuidado del alma como lo es la filosofía.

Entre las prácticas de creatividad aparece el paseo, tener devoción por las rutas, la observación y el caminar. Para los seres humanos de la antigüedad, por ejemplo, caminar era el único modo de moverse de un lado a otro en la vida cotidiana cuyas dimensiones eran mucho más humanas que las actuales. Vale decir que ninguno se habría planteado ir cada día de Esparta a Atenas, por ejemplo. La rueda, el caballo, el barco eran medios que se usaban para actividades de distinta envergadura a comprar el pan o salar pescado.

El ciudadano aristócrata era uno de los pocos que se podía permitir el paseo, de él hemos copiado sus modos. La revolución del proletariado logró que todos disfrutáramos, de un modo u otro, de un estilo que en otras épocas era impensable para la gran mayoría: el paseo, el paseo ocioso y tranquilo. Los alumnos de Aristóteles debatían mientras paseaban por el jardín de su escuela, eso les valió el nombre de peripatéticos, y es quizá desde allí que la recomendación de pasear para despejar las ideas surge como un hito en la historia humana y el paseo se convierte en una actividad distinta del trasladarse de un lugar a otro jaloneados por  la necesidad.

En otras épocas un poco más cercanas, el campesino que trabajaba la tierra no pensaba en pasear, no habitaba el mundo de ese modo: llevaba a pastar a las vacas, las guardaba, recorría prados y montañas, labraba la tierra y en sus días de ocio iba caminando a reunirse con sus vecinos o familiares, acaso para compartir una comida, bailar, cantar, reír. Lo que quiero es llamar la atención sobre el hecho del paseo como lo conocemos hoy y su tradición en la historia humana.

Los manuales de creatividad a los que me refiero señalan que esta actividad es una de las más importantes a la hora de ejercitar no sólo las piernas sino también las ideas. Un buen paseo despeja la mente y el alma. En algún momento posterior al siglo XIII aprendimos a pasear, aprendimos a dejarnos llevar por el paisaje, aprendimos a dejar que nuestros pensamientos volaran con las nubes, se calentaran con el sol, se inundaran con el polvo. Antes del siglo XIII no hay mención al paisaje, a la contemplación de la naturaleza como un elemento envolvente y por eso, susceptible de ser poseído por nuestro pensamiento. Se dice que esto ocurre cuando Petrarca sube al Monte Ventós y desde allí ve todo el horizonte de las llanuras del Languedoc.  También se cuenta que los campesinos no entendían qué quería hacer al subir una montaña sin ningún apremio ni necesidad.

Con esta pequeña historia del paseo pretendo recuperar la recomendación de que al caminar, nosotros gente del siglo XXI, tenemos la opción de mirar hacia nosotros mismos, de sopesar nuestros pensamientos, de vincular y relacionar elementos que, sentados en un lugar estático, no podemos hacer. Los manuales de creatividad sugieren al paseo como fuente de nuevas ideas. 

Sea como sea, se trata de cultivar el paseo solo o acompañado. Transitar la ciudad de tanto en tanto observando sus calles y gentes, disfrutando de una opción única como lo es mirar a tus congéneres como parte de tu propio escenario, reflejándote en ellos, en sus alegrías y necesidades. Y si puedes pasear entre campos, montañas o playas, nada mejor que respirar muy profundo para entender qué es lo que amerita verdaderamente ser pensado. Este es el secreto: al establecer la comunicación con uno mismo y con los demás el pensamiento, que tiene tendencia a ser asociativo, generará nuevas conexiones que es el principio de toda nueva idea.
 

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