Comer y tolerar: crítica de la alimentación pura.




Lo que no te mata te hace más fuerte.
 (F. Nitezsche)

Frutas (detalle) acuarela alla prima
Una cosa ha llamado mi atención en estos días: la relación cada vez más enfermiza que tenemos con la comida. En Facebook me llega un video viral en el cual una niña de cinco años dice que nunca comerá carne. Otra vez, en la misma red social, una conocida empezó a acosarme porque colgué una foto de una parrillada que hice en casa, llegando al extremo de llenar mi muro de noticias en contra de la carne con una velocidad obsesiva y de escribirme mensajes para acabar llamándome idiota por no pasarme al vegetarianismo. Hace dos días veo en una revista una dieta de esas que te hacen perder catorce kilos en tres meses. Esto me hace pensar en qué nos está pasando con la comida.

Es la primera vez en la historia que el ser humano puede elegir qué comer, desechar lo que no le gusta y sacrificarse por no comer, todo al mismo tiempo. Hubo épocas en las que esta elección no era posible. No había alergias alimentarias, o si las había te las aguantabas. Si tenías carencia de alguna vitamina, mala suerte. Y si no te gustaba la carne, comías poca o ninguna. Lo interesante es que nadie hacía de eso bandera porque comer no era parte de la identidad personal ya que había otros problemas más acuciantes que resolver. Sólo entonces el exceso de comida era considerado símbolo de poder.

Y esto es lo que llama mi atención. Por ejemplo, la dieta de los catorce kilos llevaba como protagonista a una actriz española, ella contaba lo que hacía para seguirla, daba detalles de casi todo y además la revista ponía hincapié en sus testimonios. Yo empecé a leerla y casi me da un patatús: levantarte para tomarte un smoothie vegetal, a la media hora el desayuno, luego el pan que no basta ya que sea integral sino que tiene que ser de trigo sarraceno, comida y cenas completas y variadas, una merienda, puedes picar entre horas, hacer ejercicio… y cuando acabé de leerla ya había perdido, no kilos, pero si la paciencia. Y me pregunté: ¿en qué momento perdimos el norte?, ¿cuándo la conexión con nuestro cuerpo?, ¿y si la hago cuándo pinto, escribo, leo? ¡Tendría que pasarme todo el día cocinando y buscando esos alimentos especiales, ecológicos, magníficos!, ¡Ah, y tener dinero para financiarla! ¿Acaso todo esto no es parte de una estrategia de alienación? ¿No se esconde detrás de esto un status social, un snobismo?

En la época de mayor abundancia de alimentos, padecemos hambrunas increíbles, seleccionamos hasta la obsesión y desperdiciamos. Para mí esto es una señal de que hace rato la ortorexia, que es la obsesión por comer correctamente, nos está ganando la partida.

Hay que tener claro que cada cuerpo tiene unas necesidades específicas, porque cada uno de nosotros es el resultado de una química particular. Mi fórmula es única, a mí me gusta el queso a ti no. Hay días en que me apetecen espinacas crudas, o no comer carne, otros una docena de ostras. Hay quienes necesitan comer más, otros menos. Y ninguna de estas situaciones se pueden reglar porque terminaríamos siendo esclavos de unas reglas imposibles.

El conocimiento de sí mismo tiene que ver con esto, aprender a escuchar el cuerpo, observar detenidamente, vivir placenteramente un sabor, un olor, conocer el exceso, controlar el vicio. Todo esto tiene que ser hecho del modo más intuitivo y natural y sólo puede ser así si estamos conectados con nosotros mismos. El resto es banalidad.

Todo fanatismo se fundamenta en tener una única verdad sobre una situación. Los partidarios a ultranza del vegetarianismo en contra de otras opciones y viceversa, esconden en su ortorexia la intolerancia hacia el resto de los congéneres que no comparten sus ideas. Las campañas para salvar a la humanidad siempre han acabado con el exterminio entre bandos.

Pienso que la aceptación de uno mismo y de los otros, obedeciendo al compromiso de respetar a la vida en todos sus órdenes es la clave  de la correcta alimentación tanto del cuerpo como del espíritu.

Comentarios

  1. Yo soy el responsable de que te llegar el video viral de la niña, pero no lo publiqué ni mucho menos con una intención fundamentalista, sino tan sólo para incitar al debate. Me pareció ver que habías puesto un comentario al mismo, y cuando traté de responderlo ya había desaparecido. Creo que hay buenos argumentos a favor y en contra de la alimentación vegetariana y me gustaría ver a una filósofa como tú participar en este debate. En lo personal, yo llevo casi 3 años sin comer carne de res, prácticamente desde que llegué a México, un país carnívoro como pocos en donde te venden tortas o tacos de carne en cualquier esquina. Al ver la poca higiene que había al cocinarla empezó a darme asco la carne, y dejé de comerla. Pero la inquietud por el vegetarianismo hacía tiempo que la llevaba conmigo, y ésta acrecentó al convivir con amigos vegetarianos. Eso hizo decidirme por probar una dieta vegetariana, de modo que hace casi un año dejé también de comer pollo. Lo que todavía no he conseguido es dejar de comer embutidos o lo que aquí en México denominan "carnes frías". No extraño la carne ni el pollo, por ahora, pero sí siento que me va a costar más dejar de comer embutidos. Con todo, estoy decidido a intentarlo, porque he llegado a la conclusión que dejar de comer animales no es solamente un asunto de salud propia (eso los especialistas deberían poder determinarlo, pero tampoco se ponen de acuerdo), sino por encima de todo una cuestión ética: ¿por qué unos animales tienen el privilegio de vivir con nosotros recibiendo todo nuestro cariño y amor como animales de compañía y otros, en cambio, son condenados a una vida de sufrimiento y finalmente al exterminio para terminar en nuestra mesa y en nuestro estómago? Hay que reconocer que somos con los animales peor de lo que los nazis lo fueron con los judíos, porque no solamente condenamos a estos animales en campos de concentración y exterminio, sino que los procreamos únicamente con este fin. Esto me resulta inconcebible. Es completamente cierto lo que dices de que antes no se podía elegir qué comer, pero precisamente ahora sí se puede, y ahí está la cuestión ética. Del mismo modo, antes tampoco había mataderos industriales ni se propiciaba un trato infernal para los animales, y me parece que es nuestro deber posicionarnos frente a ello. Incluso una filósofa como Matha Nussbaum lo ha hecho en un libro titulado "Las fronteras de la justicia", y me gustaría mucho conocer qué piensas de sus argumentos. Creo que como filósofos debemos posicionarnos en el debate y no limitarnos a decir que cada cuál haga lo que le apetezca. Con los derechos de los animales estamos ante un asunto ético e incluso -diría yo- político, del mismo calado que lo es también los derechos del tercer mundo o en nuestra propia sociedad de los discapacitados. Sinceramente, pienso que no podemos eludir nuestra responsabilidad y debemos tomar cartas en el asunto...

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  2. En verdad me encanta Albert Balaguer que te tomes el tiempo en reflexionar. Yo creo que la consultadelfilósofo lo que busca es eso. Respeto tu opción y esa es mi posición desde el principio que no debe ser tenida como indiferencia o un cómodo a-posicionamiento. Yo opto por buscarle solución a problemas mayores que no conciernen a los animales sino a los humanos: crisis de refugiados, hambre en el mundo, discriminación en mi barrio, cómo contribuir a que esta humanidad sea un poquito mejor. Creo que si tus preocupaciones rondan en estos momentos en torno a esto es totalmente legítimo, no obstante Nietzsche también prefería los vegetales y nunca hizo bandera de ésto. Sigo creyendo que hay algo de esnobismo detrás de este tipo de opción, empezando por el precio de los alimentos ecológicos, acabando por la discriminación de los omnívoros en los restaurantes veggie (que no sucede al contrario) y terminando por ignorar la historia de la humanidad que nos trajo hasta aquí. Es cierto que cuando mi suegra cuidadaba sus vacas y les tenía cariño, sabía al mismo tiempo que la vida de su vaca alargaba la de sus cinco hermanos y la de sus padres... Pienso que hacer analogía del trato que le damos a los animales con un genocidio como el nazi (y otros tantos que ocurren actualmente) si es banalizar el mal... ¡Sigamos pensando pues, y gracias Albert, esta es la idea!

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