La contaminación de la palabra: comprender como misión
"Pero lo más asombroso en la esencia del
lenguaje y de la conversación es que
yo
mismo tampoco estoy ligado a lo que pienso cuando hablo con otros sobre algo,
que ninguno de nosotros abarca toda la verdad
en su pensamiento
y que,
sin embargo, la verdad entera puede
envolvermos a unos y otros en nuestro
pensamiento individual."
H.G. Gadamer “¿Qué es
la verdad?
Cuando sentimos nuestra alma
atribulada es lógico que busquemos un poco de comprensión. La necesitamos
porque somos dialógicos, porque si no podemos decir lo que nos pasa ésto sencillamente
resulta incomprensible.
A mi mente vienen aquellos días
de cuando enseñaba técnicas de entrevista.
Para mí era tan obvio saber escuchar
que no tenía ni idea que existían unas técnicas.
Fue interesante descubrirlas y sobre todo ponerlas en perspectiva con otros enfoques
que yo traía. Mi experiencia profesional y mi especialización en la filosofía
es sobre diálogo e interpretación, por eso mi tesis doctoral versa sobre el
tema de la comprensión, y por eso me he dedicado a la consulta filosófica en
estos último años: me interesa lo que dice la gente, cómo lo dice y sobre todo
como a través de la palabra se puede alcanzar una mejor comprensión de nosotros
y el mundo con el bienestar que ello implica.
Dicho esto, creo que la mayoría
desea aprender a escuchar. Los profesionales lo necesitan y el vulgo también. Pero, uno de los obstáculos
que noté en ese entrenamiento fue la contaminación de la palabra, pues todos
al escuchar buscamos algo en las palabras que no está en ellas.
Es por eso que cuando enseñé esas técnicas tuve que deshacerme de los enfoques de los manuales,
previa comprensión de la intención de los mismos. Tuve que reflexionar sobre cómo
introducir una mirada crítica que hiciera aparecer a aquel a quien escuchaban como
un ser humano con sus contradicciones y
esperanzas, y no como alguien a quien había que interpretar con prisas,
prejuicios y burdos esquemas pseudo sicologizantes.
Salirme del camino de la técnica
implicaba la recuperación de un arte anterior a ella, significaba recuperar el
sentido profundo de lo que se hace, cosa que en el renacimiento se popularizó
como virtú y que los griegos conocían como areté, entre ambos conceptos hay
diferencias pero, para entendernos, ambos apuntan a aquello que me hace ser
diferente y que cultivo mediante el hábito aunque yace en mi
predisposición.
La disputa entre técnica y virtud
fue larga, cotidiana y supuso un quebradero de cabeza para muchos. Mis
estudiantes no tenían porqué saber de esto pero si tenían derecho a que ser
informados sobre un hecho importante: la comprensión humana es un asunto
complejo que requiere tolerancia y mucho esfuerzo, es decir no se trata de
adquirir una técnica sino de desarrollar la virtus comprensiva basada en la idea de que no escuchar es una de las acciones más
violentas que podemos ejercer sobre el otro y que malinterpretar, si bien es inevitable,
resulta mortal cuando no estamos dispuestos a enmendar.
Estas ideas vieron su fruto
cuando me di cuenta de que para comprender al otro era necesario deshacerse de
una vulgarización del saber psicológico que hoy invade todos los ámbitos del hacer humano.
Como soy una respetuosa de los saberes creo recordar que psicología es la ciencia sobre el alma, es el conocimiento del alma
humana para ser más exactos. Pero ¿qué estudia exactamente la psico - logía? La
interpretación más común en la que está vinculada a la enfermedad. El alma
enferma y esta ciencia se encarga de sanarla. Sus conocimientos [logos] darán
sus frutos para remediar una situación. Se pueden añadir matices a esta
descripción y los aceptaré con gusto, pero esta reflexión tiene que ver con la
apreciación que tenemos del otro como
ser que requiere de comprensión y no de diagnóstico ni tratamiento.
Por eso cuando enseñé técnicas de
entrevista me di cuenta de que es muy difícil no juzgar y que ejercer
profesionalmente la comprensión implica un acto de humildad, tolerancia y un
gran esfuerzo por no tener la
razón. Y eso no se logra desde la psicología sino desde
la filosofía de la comprensión comúnmente conocida como hermenéutica. La
filosofía nunca buscará un diagnóstico
porque no conoce de patologías ni tiene medios para curarlas, pero si afirmará que comprender equivale a traducir, explicar e interpretar.
Se trata entonces de dejar de
jugar al psicólogo y comenzar a conducirse como seres humanos porque la primera
lección que hay que aprender es que toda comprensión es fruto de la autocomprensión. No se puede
entender al otro si no nos entendemos a nosotros mismos. La filosofía lo enseñó
siempre y con todos mis respetos por las ciencias que se ocupan del alma
humana, los filósofos sólo nos ocupamos de lo que hace que esa alma sea cada día
más fuerte, más bella y que pueda
superar las dificultades y disfrutar de sus éxitos.
Cuando acabé de evaluar los
trabajos de aquel grupo sospeché que ahora puede que haya
una veintena de seres humanos dispuestos a comprender a otros seres humanos
como misión.
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