RACHAS DE FELICIDAD

 

"(…) a veces, caminando por la calle, siento una racha de felicidad, y trato de no indagar la razón (…)

~ Jorge Luis Borges

 

Caminar y dejar que la brisa sea tu compañera, sentir el olor familiar a mi lado durante la noche o ver los ojos marrones de mi perro, son cosas tan cotidianas, tan imperceptibles, tan gratuitas que muchas veces al vivirlas no soy consciente del bienestar que me producen. Sin embargo, ahí están para hacerme feliz.

He aprendido a ser feliz así, a rachas, a veces ventoleras - lo he de confesar. He descubierto que me gusta reír por la risa, llorar por las lágrimas y el silencio por su sonido, nada nunca por obligación.

Durante muchos años pensé que la felicidad era una meta, que debía hacer todo lo que estuviera a mi alcance para lograrla, he de confesar que me sentí muy culpable por no lograrlo mientras el coro cantaba: hay que poder ser feliz. Quizá con inocencia creí que había un decálogo, quizá creí en aquello de que la voluntad todo lo puede.

Hay una expresión en inglés state of mind, que describe para mí lo que es la felicidad: un estate of mind, no tiene nada que ver con la voluntad, ni con el ánimo, quizá es una actitud, pero esta referencia a la acción dista mucho de describir el momento de la felicidad.

Los momentos en los cuales puedo respirar sin que mis costillas impidan el paso del aire, cuando puedo ver el sol sin que me encandile o sentir la lluvia sin rechazar su humedad, esas son las rachas. Aunque para poder gozarlas hay ejercer la generosidad, el respeto y la risa. Su práctica constante nos liberará de la carga de tener que ser felices a toda costa, porque la risa no se puede fingir, cuando se hace parece una mueca casi fantasmagórica; la generosidad, tampoco, pues si lo intentamos se convierte en exceso o carencia y en cuanto al respeto, es imposible porque inmediatamente el halago hipócrita toma su puesto.

A rachas, como estados pasajeros del cambiante espíritu. Tranquila como quien vive agitadamente y con curiosidad. Lo que me ha dado este tiempo es la comprensión de que nada me obliga a ser feliz y nada me obliga a no serlo.

Hoy para celebrar mis sesenta y cuatro, escribo estas líneas como parte de una fiesta a la que convido a todos: a una fiesta virtual. Se trata de compartir con aquellos que me leen, un rato de reflexión y también un sentimiento, como si juntos estuviéramos escribiendo una común bitácora vital.

Gracias por estar ahí compartiendo esta vida conmigo –a rachas.





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