Una mente asalvajada * se debate entre posverdad y transverdad.
No basta decir solamente la verdad,
mas conviene mostrar la causa de la falsedad.
Aristóteles
Traducimos en palabras
más o menos convincentes aquello que creemos es adecuado a la realidad que
vemos o sentimos. De un modo más sofisticado usamos las palabras para
transmitir sentimientos y pensamientos. Y más sofisticado aún es usar las
palabras adecuadas para defender creencias, opiniones e hipótesis. En esta
última operación se utilizan argumentos, una combinación de conceptos
vinculados que no deben contradecirse para que el argumento se pueda entender.
Así resumiría yo una
mínima lógica operativa a la cual todos tenemos acceso. El uso de la razón no
se limita a los más entrenados porque es propio de la raza humana, así como lo
es ser mamífero. Desde que somos niños somos capaces de razonar y solemos
hacerlo bastante correctamente, tanto, que muchos se sorprenden de la
inteligencia de los niños sin darse cuenta de que todos poseíamos esa
inteligencia. Y digo ‘poseíamos’ como una manera de mostrar cómo ésta se va
deteriorando, ¡y no es por el uso! Y pregunto, como lo hace cualquiera cuando descubre la frescura de la inocencia infantil: ¿qué nos pasó?
La razón, así como las
piernas o el corazón, se desarrolla o atrofia según su uso. Es quizá el ambiente
social lo que más influye en ese desarrollo que puede ser sofisticado o
sencillamente salvaje.
En estos tiempos en que
la educación y la información están al alcance de todos, llama poderosamente mi
atención el deterioro de la capacidad de razonar. Quizá nos hemos vuelto
demasiado pasivos, quizá de tanto leer razonamientos hechos se nos va olvidando
cómo hacer los nuestros.
El problema radica en
lo siguiente: solemos hacer lo que hacemos por imitación. Así, con la rapidez
que vamos asimilando informaciones diversas entre sí, vamos confeccionando
conceptos con trocitos de conceptos, argumentos con partículas de argumentos, y
cuando ya lo tenemos, como no acaba de encajar hacemos lo que dicta la lógica:
rellenamos con lo que nos es más familiar, recursos fáciles como el insulto, el autoritarismo o la amenaza.
Es por eso que
últimamente leemos tantas atrocidades en las redes sociales, o en los discursos políticos, porque los argumentos no están
basados en conceptos claros y propios. Así cualquiera que dice ser de una
determinada ideología puede acabar defendiendo lo contrario a esa ideología
porque sencillamente no le queda claro el concepto de libertad, por ejemplo.
No se puede, pues,
hablar de bienestar y no condenar la falta de solidaridad, no se puede hablar
de libertad y aplaudir la represión, no se puede anteponer la violencia a la
legitimidad, porque aquí el problema ya no es ideológico sino de ignorancia.
Mentes burdas y asalvajadas, mal entrenadas en el arte del pensamiento son las
que influyen en la opinión pública porque tienen acceso a los medios de
comunicación. Mentes sin ningún tipo de educación ni aprecio por la lógica más
elemental son las que leen reiteradamente discursos escritos por mentes
asalvajadas y burdas.
El problema no es de
la posverdad, que apunta a la recreación de realidades paralelas tan
convincentes como la realidad que la inspiró, se trata de un asunto de transverdad,
esa especie de cuajo surgido de la ignorancia y la gratuidad interargumental
que fermenta la mente hasta hacerla pensar que todo es igual. Porque es verdad
que todo es igual a todo para una mente mal entrenada, mal educada y descuidada.
* (sic)
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