De la buena voluntad
“Tun, tu
¿Quién es?
Gente de Paz,
Ábrame la puerta que
ya es navidad
Aguinaldo Venezolano
A veces pienso en aquella frase que dice
que mientras más se conoce a las personas más se quiere al perro. Viendo a mi perro
tiendo a afirmarla sin ambages. Pero de pronto me coge el temor de que su
aceptación en contra del mundo humano me deshumanice a mí, ésta es la paradoja.
Cuando la tristeza o los desengaños tocan nuestra puerta
se debe a que hemos abierto sin preguntar “¿quién es?” . Entonces se comportan como
esa gente que viene a tu casa sin considerarte ni apreciarte pero que necesitan
alojarse contigo. Gente que se aprovecha de tu hospitalidad y que luego se
marchan disgustados porque no les diste lo suficiente. Esta situación nos debilita, confunde y ofende. No sabes cómo actuar y al final te vuelves como tu huésped, desagradecido.
¿Qué ha pasado aquí? ¡De repente me escucho alabando a mi
perro y maldiciendo a la humanidad! La cosa es que les dejé pasar a la
tristeza y el desengaño , dejé que impusieran su lógica y me convertí
en lo que ellos querían: una persona triste y desengañada. Ahora veo que lo
pude haber evitado, con sólo preguntar “¿quién es?” Y como aquel aguinaldo
venezolano debí haber esperado el “gente de paz”.
Si la gente de paz,
los buenos sentimientos y afectos, tocan a tu puerta deben ser recibidos con
amabilidad, has de compartir con ellos toda tu generosidad. Estos afectos
positivos te harán más humano, te transformarán en la persona que quieres ser,
te dejarán disfrutar y vivir en paz y, como los desengaños, ejercerán en ti el
mismo efecto reproductivo, pues esparcirás por doquier ese poquito de humanidad recién
recuperada.
Lo que quiero decir es que al final somos víctimas de
nuestra ingenuidad porque nos cuesta decir que no, porque interpretamos mal el ser
abiertos y confiados. Que al ser humano le resulta difícil distinguir entre el
bien y el mal, y que las afectos
nos fortalecen o debilitan. Fuerza o debilidad moral, fuerza o debilidad
anímica ¡tanto da! Lo que importa es que del modo como sea que lo entendamos,
aquellas experiencias que nos debilitan están allí para fortalecerrnos y que si
prefieres a tu perro a los hombres, es porque en ese momentos necesitas la
perspectiva de una condición diferente de la tuya para volver fortalecido y
feliz.
Las fiestas navideñas son una buena excusa para estas
reflexiones porque estamos ingenuamente entregados a la parafernalia de la
buena voluntad y no preguntamos a tiempo “¿quién es?”, ¡y por descuido dejamos
pasar a los invitados abusones! Este año deja que pase la gente bella, y si tienes
perro, aprende de él el amor incondicional.
¡Feliz navidad!
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