La política de lo cotidiano
“Son las horas más silenciosas las que
anuncian la tempestad.
Pensamientos con pies
de paloma dirigen al mundo”
Friedrich Nietzsche
Muchas personas, entre las que me
incluyo, nos metemos poco en aguas políticas. No nos verán militando en ningún
partido, aunque en circunstancias muy especiales seamos capaces de defender una
ideología, candidato o posición frente a la necesidad. En muchos
casos se nos llaman apolíticas, en
otros somos sencillamente invisibles.
Las personas apolíticas no existen y las invisibles tampoco. Por ello, habría que hacer una reivindicación
de todas aquellas personas que durante años se mantuvieron al margen y que, aún
así, estaban manifestando una posición y haciendo política sin ruido.
El ser humano es un −como dijo
Aristóteles− zoon politikón, un animal político. Ser político quería decir
entonces pertenecer a la polis, o sea
a la ciudad. El
ser humano vive de forma gregaria porque
allí es donde ha descubierto que puede hacer frente a las fuerzas de la
naturaleza para garantizar su supervivencia. Eso muestra que el pensamiento
político está anclado a la miseria humana, a la necesidad. Por eso
no puede existir un ser humano que no sea político.
Pero, ¿qué significa para
nosotros la política en el día a día? Muchas veces la confundimos con las
noticias de la televisión, con esos tipos de trajes negros que ganan un montón
de dinero por hacer nada, o los que con sus camisitas estridentes vienen a amenazarnos
con el fin del mundo si ellos no imponen sus reglas. Sea como sea la vestimenta,
lo que está de fondo es el poder, su ostentación y su disfrute, ¡pero eso no es
política! Si así fuera viviríamos en una constante lucha y, por suerte, la
historia de la humanidad nos ha mostrado que hay un modo de convivir
políticamente a través de la escogencia de líderes que garantizan algo tan
elemental como la supervivencia.
Insisto en esto porque, parece
que nuestros líderes no asistieron a la
primera clase de Teoría Política en las que probablemente les explicaron esto.
Parece que vinieron corriendo al final del semestre cuando ya el profesor
insistía en las tomas de decisiones y en las consecuencias prácticas de las
mismas: pérdida de la cohesión social y del poder, por consecuencia…? ¡y con eso se quedaron!
Así las cosas, tenemos que
nuestra clase política es una clase sin educación y eso se ve en el calado de
sus decisiones y sus razonamientos, en sus argucias y vulgaridad. ¿Es por esto
por lo que algunos decidimos no ser políticos,
para que no nos confundan con esos tipos? Puede ser.
La cosa es que estamos dejando en
manos de los ignorantes nuestra supervivencia y es por eso por lo que en el día
a día estamos llamados a hacer política. No se trata de poner en tu escritorio o en tu salvapantallas una foto de tu líder o
de tu partido político, tampoco se trata de fomentar interminables discusiones
sobre tu propio parecer en contraposición con el de los demás, se trata de
fomentar la supervivencia en un grado superior: cuando ésta se convierte en
convivencia.
La política de lo cotidiano pasa
por los “Buenos, días”. Trata a todos con el mismo respeto que deseas para ti y
ve a los demás como deseas que te vean a ti. Todos estamos dispuestos a ser
buenas personas: con nuestros amigos, con nuestras familias, con nuestros
afines, pero la mayoría cuando detecta a alguien que no es de su grupo (político, religioso,
raza o país) inmediatamente cambia su
sonrisa de condescendencia a odio visceral. Este mensaje es confuso si digo que
me importan los demás, si hace dos días andaba por allí manifestándome políticamente.
La política es un ejercicio cotidiano.
Está directamente implicada con la
ética. Si esgrimimos una ética acomodaticia, así será nuestra
política y sus consecuencias se verán reflejadas en la incongruencia cotidiana.
Hago el bien ma non troppo parece ser
el lema. Me preocupa mi país ma non
troppo. Todo lo que me exija coherencia me aburre y me apunto al carro de
la política cuando creo que voy a vencer al otro, luego me olvido y con ello me
olvido de que la vida necesita constancia, cuidado y mucho amor para florecer,
continuar. ¡Soy político pero no me importan los demás!
De eso va la política de lo
cotidiano. Las movilizaciones profundas serán efectivas cuando nos reconozcamos
a todos por iguales y cuando entre vencidos y vencedores sólo haya esa delgada
línea, la de la política de lo cotidiano. Esto no quiere decir aceptación ciega
de la mayoría, el contrario, una oposición activa que pase por educar a los ignorantes. Porque la
ignorancia campea libremente entre bando y bando.
Muy buena reflexión, Rayda. ¡Me ha gustado mucho!
ResponderEliminar